Abordar la violencia específica del crimen contra las mujeres y las niñas es una necesidad urgente, ya que esta cruda realidad, además de exacerbada, nos obliga a repensarla desde la estructura simbólica de nuestras sociedades, donde se sustentan y nutren nuestras conductas y actos. Es fundamental desnaturalizar este horror en nuestra vida cotidiana, generando reflexión para desactivar creencias y repensar por qué el Estado no responde al clamor de las mujeres.
El objetivo es esbozar una mirada crítica en la escena, que nos permita reconstruir una ética para la vida, en la que el cuerpo de las mujeres no sea más objeto de sevicia y deshumanización patriarcal.
Este es un asunto que no se puede callar más. La intención es hacer emerger lo inédito; como creadoras, al frente de un proyecto experimental, buscamos provocar, criticar y hacer visible lo invisible, mostrando lo que se oculta debajo de la mesa. Acompañadas en este camino por feministas amigas, este proceso ha sido bautizado como una “pedagogía feminista” de la escena: un hecho inédito, original y misterioso.
Nuestra propuesta de pesquisa escénica para este VIII laboratorio es la idea del cuerpo como territorio de exposición, indagación y producción. El cuerpo, con carne y piel, debe ser un espacio de autopertenencia, reapropiación y autogestión.
